Siempre se vuelve al primer amor. Bonelli bajo la lupa.

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Los primeros posteos de este blog estuvieron dedicados al análisis crítico de las columnas de los principales columnistas de los diarios argentinos de mayor tirada. Así, desfilaron por nuestras intervenciones, Eduardo Van der Kooy, Julio Blanck, Joaquín Morales Solá, Carlos Pagni, etc.

Durante un tiempo abandonamos esta temática para comenzar a realizar distintos tipos de análisis. Hoy, volvemos a nuestro primer amor pero con la columna de un periodista que todavía no habíamos sometido a análisis. Marcelo Bonelli.

La nota es muy interesante y se llama La UIA pedirá que se deje de perseguir empresas. En primer lugar, el texto tiene algunas cosas contradictorias porque por un lado, dice que se está persiguiendo a los principales grupos del país pero, por otro lado, sostiene que el Ministro Boudou admitió a algunos empresarios argentinos que el problema era solo con Techint.

En segundo lugar, no se menciona al grupo Clarín como parte en este conflicto. Esto tal vez se deba a que el multimedios aceptó la vigencia del decreto 441, pero se negó a repartir los 1200 millones de pesos reclamados por el Estado. En este caso, es mejor no hacer olas y, por supuesto, no victimizarse.

En tercer lugar, la posición en que coloca a la CGT y a su secretario general cuando afirma que la Central está empecinada en frenar las batallas judiciales contra Hugo Moyano. De esta forma, oculta la voluntad política de Hugo Moyano de acercar posiciones con el nuevo presidente de la UIA y la carta a Hugo Yasky para avanzar en la unificación de las centrales obreras.

En cuarto lugar, presentar al empresariado como un bloque homogeneo y perseguido, es decir, como los buenos de la película. En este sentido, la evasión fiscal y la trata de personas por la que los grupos más grandes están siendo investigados brillan por su ausencia.

En definitiva, no estuvimos en el último tiempo siguiendo sistemáticamente las columnas de los matutinos pero tampoco es que cambiaron demasiado… Siguen omitiendo, mintiendo y ocultando…

El kirchnerismo es un humanismo

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Me tomo el atrevimiento de parafrasear a Sartre para puntear algunas ideas sobre el momento político actual. Verán cierta veta existencialista en mis palabras porque me cansé un poco del frío estructuralismo con el que venía desarrollando mis posts anteriores.

La temporalidad de nuestra existencia se define por nuestra relación con el pasado, el presente y el futuro. Sin pasado no sabemos quiénes somos, sin presente no tenemos un punto de referencia a partir del cual movernos y sin futuro no sabemos a dónde vamos. Esos mojones que nos impulsan vitalmente en algún momento se nos pueden presentar como trabas y limitaciones. Reconocer esas limitaciones además de ver la potencialidad que yace en nuestro devenir es lo que nos hace humanos.

En consonancia con lo dicho podemos decir además que la imagen de aquello que podemos proyectar es lo que va configurando nuestro presente para poder lograrlo. Nuestras acciones cotidianas se constituyen a partir de esa imagen porque lo que buscamos es realizarla.

Esta imagen del sujeto que estoy planteando debe ser pensada colectivamente si lo que queremos es reflexionar políticamente. El sujeto verdadero en este caso es el sujeto colectivo, el grupo humano. Políticamente hablando el sujeto válido es el que se constituye en grupo.

Entonces, ese proyecto en general del que estoy hablando acá es el que llamamos políticamente nacional y popular. La concreción de este último es nuestra imagen del futuro y es el que configura nuestras acciones. Pero todo esto es posible porque sabemos quiénes somos y de dónde venimos.

Esta imagen nos permite construir y aliarnos con actores políticos históricamente enfrentados y seguir profundizando el proceso. El ejemplo más claro es la juventud sindical con la juventud peronista y los sindicatos con los movimientos sociales. Entendemos que las divisiones anteriores fueron las que entre otras cosas nos llevaron al fracaso.

En efecto, los sectores sindicales comprobaron en carne propia que el proyecto económico lanzado por la última dictadura militar fue continuado por el menemismo y llevó a la quiebra a gran parte del sector productivo local y, por lo tanto, al aumento de la desocupación y la pobreza. También la persecución, la cárcel y la desaparición

Los movimientos sociales ven que frente al clima de desolación de los 90’s hoy muchos de sus militantes se reinsertan laboralmente y se vinculan con sus gremios. Muchos otros, desde las cooperativas y emprendimientos impulsados pueden trabajar colectivamente.

Como vemos se tejen puentes y se profundiza en un proyecto de inclusión social que sabe hacia donde no quiere volver y por supuesto hacia donde quiere ir. Es un proyecto profundamente humano porque buscamos realizarnos en todas las dimensiones posibles y porque entiende que es necesario hacerlo a partir de la política y del compromiso.

Si sólo nos atuviéramos al tiempo transcurrido desde el 2003 veremos ocho años se viene construyendo organización popular articulada con un estado que responde a las necesidades y reivindicaciones históricas del campo nacional y popular. Si lo vemos desde más largo plazo tendríamos que contar por lo menos desde 1973 para los más “jóvenes” y desde 1955 para aquellos que vivieron con dolor el golpe de la fusiladora diversos sectores de la militancia vienen trabajando por el momento que hoy vivimos.

Esto falta en la oposición; un proyecto. No quiero que se piense que caigo en el lugar común de la crítica vacía. No tienen proyecto porque rechazan a la historia como una fuente de experiencias y haciendo caso omiso de ese pasado que constituyó sus identidades tratan de aliarse para derrotar al gobierno con aquellos que su pasado es muerte, persecución y desempleo. Esa oposición perdió el rumbo porque perdió  la historia.

No saben quiénes son, ni dónde están parados, ni hacia dónde van…

Homovirtualis II

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Sigmund Freud analizó un mecanismo que llamó formación reactiva por fortalecimiento de un opuesto. Este último se da en la represión propia de las neurosis obsesivas.

Hoy queremos hacer un uso libre de ese mecanismo en relación a la coyuntura política argentina. La analogía es simple: cuanto más le pegan a Cristina los medios de comunicación pareciera que más crece la imagen y la intención de voto para la presidenta.

Respecto al punto, nos gustaría plantear una pregunta: ¿existe un rechazo de cada vez más grandes sectores de la población a la forma en que los medios más grandes construyen la noticia? Y, ¿fortalece la imagen de Cristina que los medios la ataquen constantemente? Es muy difícil dar una respuesta afirmativa. En todo caso, lo que sí es claro es que en términos de su disputa política, la estrategia mediática no pareciera estar dando los resultados que sus editorialistas esperaban.

Hemos sido protagonistas a ciertos cambios en la estrategia editorial, por ejemplo: pegarle a los aliados políticos que para los periodistas causarían más rechazo en la opinión pública. Más allá de esto, pareciera seguir sin hacer mella en la imagen presidencial.

Tal vez la respuesta a este interrogante está en algunos comentarios realizados en post anteriores. Nos estamos refiriendo al carácter virtual que tomó la militancia política argentina para los políticos opositores. En ellos sosteníamos que Magnetto se había posicionado como un articulador y canalizador de un frente político que construyó un poder virtual y no territorial. También decíamos que los principales engañados no fueron aquellos que leen y escuchan cotidianamente las operaciones políticas desde los multi - medios sino la oposición misma. De todas formas, no nos vamos a referir aquí a la oposición, sino a la opinión pública y a los efectos de las operaciones virtuales en su sentir.

Una de las definiciones más interesantes de virtualidad la dio Gilles Deleuze: “Real sin ser actual; ideal sin ser abstracto”. En este sentido, configura un entorno en el que la información y la comunicación son compartidas con otras personas y que tiene, por su propia construcción, una estrecha relación con el mundo físico. En otras palabras, se encuentra interrelacionado además de influir sobre este último. Pero, no son más que ilusiones. Es una realidad perceptiva sin ningún soporte material más allá de la interfase que genera el ordenador.

Uno de los casos más claros de una persona que vive -y padece- una realidad virtual es Elisa Carrió. Su frase “la gente me dice en la calle los queremos matar”. Hay una percepción sin un claro hecho material; es una percepción compartida mientras la política se reduce a un panel televisivo.

Generan una interfase con “gente” con la que creen compartir una visión del mundo, cuando en definitiva esa “gente” es solo el ordenador que les permite recrear aquello que los multimedios construyeron.

El tema es que esta construcción comenzó a caer no porque la estrategia del multimedios comenzara a fallar, sino porque se puso en cuestión que la “gente” a la cual ellos interpelaban realmente existiera. Esto se debe a que frente a la cercanía de las elecciones se reflexiona sobre aquello que es relamente importante. Los actos de gobierno en beneficio del pueblo. Se fortalece Cristina porque se rechaza como inverosímil aquello que es presentado como realidad.

El hijo de la patota: Gran negocio Gran

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El hijo de la patota: Gran negocio Gran: "Usted dirá:-Que buen precio que encontró el Gobierno Nacional para adquirir las Notebooks, para seguir desarrollando el programa 'conectar ..."

Basta de boludeo III

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Seguimos analizando el período menemista… seguimos con el basta de boludeo.

Preguntarnos sobre los ganadores durante el proceso que estamos analizando, no es solamente describir su comportamiento durante el gobierno de Menem, y/o cómo estaban compuestas las distintas fracciones hacia el interior de la misma elite empresarial, sino que es además, y principalmente, ver cuáles fueron las condiciones de posibilidad para que los sectores dominantes en Argentina se convirtieran en lo que hoy son.

Una de las principales diferencias de la etapa a la que estamos haciendo referencia con el período de la industrialización por sustitución de importaciones, es la dinámica regresiva que cobró la redistribución del ingreso, así como también, la concentración de este último dentro de un pequeño sector empresarial. La concentración del ingreso encuentra sus causas en dos cuestiones de suma importancia. Una de ellas ya fue mencionada en el post anterior: el acceso al crédito. Nos estamos refiriendo específicamente al externo, es decir, financiarse en el exterior donde las tasas son mas bajas. Esta posibilidad no es plausible de ser conseguida por “todo el  mundo”, sino que más bien se halla restringida a un selecto grupo de personas y/o empresas (por lo menos en el caso argentino).

Poder endeudarse a tasas accesibles tiene dos ventajas muy importantes si se piensa en el caso argentino de los noventa. Una es la valorización financiera del capital, la vieja y conocida “bicicleta” que hizo su aparición estelar a partir de la “Ley de reforma financiera” durante el periodo Martínez de Hoz y que luego durante el gobierno menemista, gracias a cuestiones externas e internas (baja de tasas en EEUU, suba de tasas internas en Argentina mas apertura económica), pudo ser recreada.

En la dictadura militar la estatización de la deuda y la licuación de los pasivos benefició a empresas fuertemente endeudadas como el grupo Macri, Pérez Companc, Fortabat (Loma Negra), etc, que se vieron sumamente favorecidas ya que dispusieron de una masa de recursos líquidos frutos de la circunstancia de que ya no tenían que pagar mas la deuda, y/o, los montos que tenían que abonarle al Estado argentino por haberse hecho cargo eran irrisorios.

En otras palabras se materializa el circulo al que hace mención Eduardo Basualdo: DEUDA – VALORIZACION – FUGA. La deuda privada, que antes de ser estatizada fue valorizada por el sector privado dentro del sistema financiero interno (gracias a la diferencia entre tasa de interés interna y externa), luego de ser estatizada es fugada al exterior como activos líquidos del sector privado, ya que el Estado argentino se hizo cargo de su deuda.

Volviendo al tema de la concentración del capital en los noventa, otra de las cuestiones que la favoreció fue el llamado a licitación por la privatización de las empresas públicas gracias a la “ley de reforma del Estado”. Ya hicimos referencia a la capitalización de la deuda que se hizo en las privatizaciones en Argentina. Convendría entonces, profundizar un poco más sobre este tema. Una de las cláusulas de los pliegos licitatorios, era que los interesados tuvieran en su poder títulos de deuda publica, que serian tomados como forma de pago a su valor nominal. En eso consistía básicamente la capitalización de deuda, es decir, títulos de deuda argentina que en el mercado financiero eran vendidos muy por debajo de su valor nominal (en algunos casos se hablaba de un 20%), eran aceptados por el gobierno al valor que figuraba en él. Así se conformaban entonces consorcios asociados (en terminología de Basualdo), que estaban constituidos por bancos que eran tenedores de títulos de deuda publica, las empresas internacionales que eran las que se especializaban en el sector en el que la empresa publica estaba inserta (por ejemplo para ENTEL, Telecom y Telefónica), y además un grupo local que vendría a hacer las veces de “pata nacional”, que además conocía profundamente los mecanismos de “lobby” con que se maneja el Estado argentino.

El Estado argentino, estaba pagando deuda mediante la capitalización de la misma a los acreedores internacionales, y además le daba la posibilidad a los grupos locales de participar dentro de las empresas privatizadas en compensación de la pérdida de las ganancias extraordinarias que recibían estos de las empresas públicas cuando eran sus clientes. El negocio de las privatizaciones era una negocio redondo, no solo porque permitía a los que se hacían cargo de las empresas tener una clientela cautiva en condiciones monopólicas, sino que además recibieron un plus extra mediante un decreto de necesidad y urgencia que contradecía a la “Ley de convertibilidad”, permitiéndole a las privatizadas indexar las tarifas de acuerdo a la inflación estadounidense. Se calcula que gracias a esta medida las empresas de servicios públicos (ahora privadas) recibieron una transferencia de ingresos desde la población por 9000 millones de dólares.

La concentración en la economía argentina, se hace mucho mas profunda luego de la crisis mexicana. En este escenario es cuando comienzan a verse hacia el interior del gobierno las primeras disidencias. La discusión del ministro de economía Domingo Cavallo y el entonces presidente del BCRA Roque Fernández fueron delineando las posiciones que iba a tomar el gobierno de ahí en adelante. La propuesta del presidente del Banco Central era concentrar el sistema bancario, cerrar los bancos que no fueran solventes, subir los encajes, así como una serie de medidas suponían elevar los patrimonios de los bancos. La idea era tener un sistema bancario fuerte, que ante una nueva crisis como la del tequila pudiera atemperar el embate. Cavallo estaba en contra de esta medida, ya que consideraba desde una perspectiva mas pragmática, que si se le subían los encajes a los bancos, el Estado iba a disponer de menos divisas (en termino de endeudamiento); piedra de toque para el sostenimiento de la convertibilidad. La discusión termina cerrando a favor de Roque Fernández, y el proceso de concentración bancaria comienza a efectivizarse.

Luego del llamado efecto tequila el esquema de los sectores dominantes en Argentina se empieza a reestructurar no solo en el ámbito bancario. Los capitales locales venden sus activos en las empresas privatizadas lo que profundiza aun más la extranjerizacion de la economía que ya mencionamos.  Entre 1994 y 1998 es cuando más claramente este desplazamiento. Yendo a los datos podemos ver que en 1994 el 65,5% de las empresas estaban en posesión de capitales nacionales y solo el 34,5% se encontraban en manos de extranjeros, hacia 1998 los números se revierten proporcionalmente.

De todas formas, el gran capital “nacional” no se desprende de todos sus activos. Tiende a conservar  los que están relacionados con la industria agroalimentaria, que en términos de ventas tanto dentro del mercado interno como el externo, son los que más rentabilidad tenían en el total de la industria argentina.

Este es el proceso que algunos autores denominan primarizacion de la industria o simplificación productiva. Este sector es el que logra tecnificarse, aumentar su productividad y transformarse competitivamente de cara al mercado externo. La pregunta es entonces ¿Por qué se desprende de los activos de las empresas públicas? Dos respuestas pueden ser esgrimidas frente a este interrogante. Una es la lógica “cortoplacista” con que se viene manejando la gran burguesía argentina del 76 hasta esta parte. Otra, es que hallan avizorado que la convertibilidad no era sostenible durante mucho mas tiempo (estamos hablando después de la crisis mejicana) entonces era mejor vender ahora que se obtenía un buen precio y girar los fondos al exterior. Nosotros, mas allá que no descartamos la primera opción, nos inclinamos mas hacia la segunda.

Las solapadas menciones que comienza a hacer Roberto Rocca -presidente de Techint- en 1988 acerca de la necesidad de salir de la convertibilidad nos dan una pista acerca del por qué de la respuesta para la pregunta anterior. Todos ellos apoyaban un proyecto que cerraba en forma redonda a los intereses de una gran burguesía “nacional” que tenia activos líquidos en el extranjero (obviamente dolarizados) gracias entre otras cosas a la estatización de la deuda, licuación de los pasivos de 1976 y en este ultimo periodo debido a las ventas de sus participaciones en las privatizadas; y por otro lado hacia el interior del país empresas exportadoras muy rentables que se verían sumamente favorecidas con una devaluación del tipo de cambio.

No está de más decir que el Grupo Techint, junto con el monopolio Clarín, son los sectores empresarios que más se oponen al gobierno.

Continuará…

Basta de boludeo II

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Seguimos con la serie Basta de boludeo. En este caso, vamos a intentar realizar un pequeño análisis del primer gobierno menemista. De nuevo es posible ver que el gobierno conoce el pasado y que sus acciones están orientadas a que no se vuelvan a repetir.

El plan de convertibilidad, implementado a partir de 1991, consistió en: cambiar el signo monetario, es decir, pasar del austral al peso; en segundo lugar se establece la paridad cambiaria de un dólar igual a un peso; tercero, se garantiza la libre convertibilidad entre ambas monedas; cuarto, la cantidad de circulante en pesos va a estar garantizada por la misma cantidad de reservas en dólares, no pudiéndose imprimir una determinada cantidad de pesos sino se registra la entrada de la misma cantidad de  dólares; y, por último, se prohíbe la indexación de contratos de todo tipo (como sabemos esto no sucedió con las tarifas de las empresas privatizadas). 

Cavallo sabía en un primer momento que el tipo de cambio no era real y que estaba sobrevaluado. Lo que buscaba el equipo económico era deflacionar los precios muy fuertemente para adaptar el tipo de cambio a la productividad argentina, cosa que no sucede en el tiempo en que el equipo económico lo preveía ya que recién en 1994 se reduce a cero la inflación. En este sentido, la memoria inflacionaria juega un papel muy fuerte, es decir, los precios no bajan si la inflación tampoco lo hace.

Tengamos en cuenta que paralelamente a este proceso el país se encontraba en un contexto de apertura comercial que en cierta forma cumple una función antiinflacionaria, pero que dificultaba, a su vez, salir a exportar a los productores locales. Esto se debía, entre otras cosas, a que la estructura de precios interna era mucho mayor que la internacional. La administración Menem se encontraba (desde su propio proyecto) frente a la siguiente paradoja: ¿cómo aumentar la productividad, vía deflación de precios, en un contexto inflacionario en donde los precios tienden más bien a subir? La pregunta que agregamos nosotros a este problema es si alcanza con deflacionar los precios para evitar la sobre valuación cambiaria. En otras palabras, hay que preguntarse si en el contexto de apertura comercial en el que se encontraba Argentina alcanzaba con bajar costos para que la productividad argentina se asemejara a la de los países desarrollados, ya que de no ser así esto implicaba -como de hecho sucedió- mandar a la quiebra a gran parte de la industria local. Hay que ver también cómo se bajaron los costos (algunos costos se redujeron), qué costos se bajaron, de qué forma, y, qué incidencia tuvo esa baja en la estructura económica y social argentina.

Mas allá de lo planteado anteriormente se hace imperioso ver cuál es la estrategia implementada por el gobierno para solucionar la paradoja a la cual hicimos mención. Ellos encuentran una posible solución a su “estoico” problema en la entrada de capitales externos subiendo las tasas de interés internas (estas subían obviamente porque el Estado era el principal demandante de divisas). Argentina, entonces, crece muy fuertemente en términos de PBI (alrededor del 6%) desde 1991 hasta parte de 1995. Esto se debe básicamente a la política de privatizaciones, el sostenimiento de los niveles de empleo, y la afluencia de capitales externos. El contexto descrito hasta aquí nos lleva a preguntarnos: ¿era realmente sólido el crecimiento que mostraba la Argentina hasta ese momento? O mejor dicho, si esos capitales externos solucionaron el problema del retraso cambiario en Argentina. Para poder responder, tendremos que dar primero un pequeño rodeo.

La deuda externa Argentina, como ya se ha visto en un post anterior, comenzó a tener un peso muy importante desde el golpe del 76 a la fecha. Entonces, en el contexto del plan de privatizaciones y la capitalización de la deuda propuesta por los organismos de crédito, aparece también el plan Brady. Este ultimo consistía en cambiar títulos de deuda externa vieja por un nuevo set de títulos públicos que tenían las siguientes características: vencimiento a lo largo de treinta años; eran bonos negociables en cualquier mercado, es decir, eran activos financieros líquidos. Estaban garantizados además por títulos del tesoro de los EEUU (bonos cupón cero). Se debe tener en cuenta además que los intereses se acumulaban junto con el capital y se termina pagando todo junto al final del período estipulado. Argentina dentro de este sistema reprogramó 30000 millones de dólares y obtuvo una quita de 2000 millones. Esto logro al menos en el corto plazo (92 – 93), un alivio considerable en lo que a pago de servicios de deuda se refiere.

Otro tema importante para pensar el contexto argentino de aquella época tiene que ver con la baja de las tasas de interés en EEUU allá por 1991 – 1992, en donde activos líquidos radicados en ese momento en el país del norte, empiezan a buscar afuera alternativas de inversión mas rentables. Por otro lado, es en este momento cuando aparecen los fondos de jubilación que manejan pensiones en el extranjero y que salen al mundo buscando alternativas de inversión (privatizaciones, etc.). Es por esta fecha también que las tres principales bolsas del mundo se coordinan, es decir, entre New – York, Londres y Tokio “atienden las 24 hs.”, lo que permite a los inversores estar constantemente al tanto de lo que pasa en todos los mercados.

¿Cómo se relaciona todo lo dicho hasta aquí dentro del proceso económico argentino? Básicamente tenemos que pensar que a la etapa de privatización en la que entra la economía argentina se le suma una de extranjerización; en donde, si hablamos estadísticamente vamos a ver que: de cada tres dólares que entraron a la Argentina, dos fueron de cartera, es decir, estuvieron relacionados con la inversión financiera especulativa y uno fue a parar al circuito productivo. Tomando ahora este ultimo, podemos ver que de cada tres dólares que entraron en el sector productivo, solo uno invirtió en emprendimientos no existentes en la Argentina, y dos lo hicieron en sectores que existían dentro de nuestra economía. En resumen, se podría decir que, de cada nueve dólares que ingresaron en el circuito económico, uno lo hizo como “algo nuevo” lo que permitió  (este ultimo dólar) impulsar en un 60% actividades orientadas al mercado interno (Wall Mart; etc.) y en un 40% producir algo exportable. En otras palabras, y siendo un poco más gráficos: de cada veinte dólares que entraron a la economía argentina, uno fue destinado a la exportación. A partir de aquí se comienzan a aclarar algunas cuestiones, y se puede esbozar algún tipo de respuesta en lo referente a como estaba creciendo Argentina. La respuesta simple es que Argentina crecía en el contexto de una gran burbuja financiera que en algún momento iba a estallar (y fue lo que sucedió ¿no?).

Pero esto no alcanza, es decir, tenemos que ver gracias a qué se forma esta burbuja. En este caso nos inclinamos a pensar que tanto el tipo de cambio fijo, como la apertura comercial, son dos constantes que se mantuvieron durante todo el periodo neo – liberal (incluido De La Rua) y que como tales ayudaron a estructurar todo el proceso económico. Esta afirmación se justifica en el hecho que el tipo de cambio fijo guardaba un desafío insostenible en términos de la ley del valor. A saber: que la productividad argentina era igual a la productividad en Estados Unidos (la moneda de un país vale, lo que ese país produce), y que de acuerdo a los datos presentados anteriormente nuestro país estaba muy lejos de ser una potencia exportadora de mercancías. No es ilógico pensar entonces que el proceso acelerado de re endeudamiento en el que entra el país a partir de 1993 (mas allá del alivio -pasajero- provocado por el plan Brady) está íntimamente relacionado con un problema de desequilibrio en las cuentas fiscales. En otras palabras, se intenta tapar el “agujero” provocado por la no entrada de dólares, que deberían haber llegado por exportaciones, con más endeudamiento externo. En efecto, la estabilización del salario mas la reaparición del crédito bancario impulsan a partir de 1991 y hasta aproximadamente 1994 un boom del consumo (debido a la postergación de este durante todo el periodo hiperinflacionario) que debe ser sostenido con divisas. Si estas no aparecen gracias al comercio exterior deben aparecer de otra manera (léase endeudamiento). Sin esta opción la convertibilidad era insostenible. No esta de más hacer mención al círculo vicioso en que entra la economía argentina, ya que si no se generan divisas ¿con qué se paga la deuda?

Este crecimiento del consumo interno tiene su contracara en el origen de productos que se consumen. Es claro que si el tipo de cambio y la baja productividad afectaban a la industria para exportar, así también el tipo de cambio y la apertura irrestricta del mercado iban a provocar una invasión de productos extranjeros. Este contexto hirió de muerte a muchos sectores de la pequeña y mediana empresa que no pudieron hacer frente a la importación masiva. Los números hablan por si solos: a comienzos de 1990 el monto de las importaciones rondaban los 4000 millones de pesos y en 1996  eran de 23000 millones de pesos. Estos datos de poco servirían si no se los relacionara con otro tema de absoluta importancia como es el acceso al crédito productivo.

Recapitulando lo dicho anteriormente: se recordará que habíamos hecho mención a las atractivas tasas de interés que ofrecía Argentina para la inversión extranjera. Es claro entonces que al sector productivo le salía muy caro financiarse internamente para poder tecnificarse y por ende poder competir con los productos importados, y, para colmo de males, muy pocos eran los que podían recurrir al financiamiento externo que ofrecía por supuesto tasas mucho mas rentables. De aquí que el argumento sostenido por el entonces ministro de economía Domingo Cavallo, quien decía que para que las industrias pudieran ser competitivas debían tecnificarse con bienes de capital extranjero aprovechando las ventajas del tipo de cambio, era absolutamente inviable ya que “no tenia en cuenta” que endeudarse para tecnificarse era totalmente improductivo en el sentido de lo costoso que era tomar créditos.

De ahí que el tipo de racionalización adoptada por los capitalistas locales estaba más orientada al aumento de la jornada laboral, el incremento de la tasa de explotación y el despido de mano de obra. Esta última, hallaba cada vez más difícil reinsertarse laboralmente a causa de la profundización del proceso económico. Si bien esta no es la única causa de la profunda modificación que a sufrido el mercado de trabajo en la Argentina, creemos que es una de las patas a lo hora de explicar el aumento del desempleo en la Argentina durante este período.

Ahora bien, si además tenemos en cuenta el monto de las exportaciones en comparación con las importaciones en el periodo que va de 1991 a 1996 podemos ver que el saldo es deficitario en $11746 millones de pesos (este saldo fue deficitario durante toda la década). Entonces: ¿Sobre qué se sostiene el crecimiento argentino de la primera mitad de los noventa? En parte vamos viendo que el antiguo problema asolaba al país; su poca capacidad para conseguir divisas, seguía existiendo. Nos estamos refiriendo a que vuelven a aparecer el déficit en la balanza comercial, es decir, Argentina no crece gracias al volumen de sus exportaciones. Por otro lado, el país crece a pesar del aumento del desempleo. En otras palabras, la incidencia del sector productivo en el aumento del PBI no es definitoria. Habrá que ver entonces cuál fue la incidencia de las privatizaciones, y la entrada de la inversión externa en el crecimiento de la economía, y, cuan sustentable fue este crecimiento.

Los primeros indicios de lo débil que era el crecimiento argentino, llegan a nosotros a partir de la crisis mejicana de 1994 (efecto tequila). Méjico tenía, al igual que Argentina, un sistema monetario convertible. Al entrar el país “azteca” en cesación de pagos, y, devaluar el peso, produjo grandes perdidas al sector financiero a la vez que una feroz fuga de capitales. Entonces, al estar Argentina en la misma situación que Méjico (nos estamos refiriendo al hecho de poseer un modelo económico similar, basado en un tipo de cambio fijo y convertible), nuestra economía paso a ser el blanco de los capitales financieros extranjeros que se hallaban invirtiendo en el país. Empieza a haber entre diciembre de 1994 y mayo de 1995 dentro del mercado financiero argentino, retiro de fondos, compra de dólares y fuga de capitales, que se soluciona luego que Cavallo sale a buscar fondos por todo el mundo, y consigue 7000 millones de dólares de un fondo fiduciario, y 3000 millones de dólares que aporta el FMI. Esta primera gran corrida cambiaria, luego de ser implementado el plan de convertibilidad, nos vuelve a mostrar la poca sustentabilidad del crecimiento argentino. Nos da otra de las pautas de por qué Argentina vuelve a reendeudarse fuertemente a partir de 1993, ya que si dentro de las inversiones externas que llegaban al país las que mayor incidencia tienen son las de tipo golondrina, y como ya se dijo el país no generaba divisas como para sostener la convertibilidad, es evidente que Argentina crecía gracias al financiamiento externo. 

Basta de boludeo

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Estamos un poco cansados de escuchar que el gobierno está anclado en el pasado debido a su odio setentista. En realidad, el gobierno conoce el pasado y la historia argentina. Eso es lo que molesta… pero claro, los intereses de aquellos que lo atacan no le permiten reconocerlo.

Decía Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar, luego de haber descrito las torturas, persecuciones, desapariciones y asesinatos cometidas por esta última: “Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”

Y seguía: “En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.

Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.”

La caracterización hecha por el periodista argentino, tiene otra cara oculta. Esta es la preferencia de los dictadores por la valorización financiera del capital por sobre la productiva. Sobre este punto nos vamos detener. No será luego difícil entender por qué decimos que el actual gobierno conoce a la historia más que estar atrapado por ella.

Aunque discursivamente se ubico en un punto intermedio entre el distribucionismo y el crecimiento, criticando la sobre – expansión del Estado y afirmando que este solo debe intervenir en los lugares a  los cuales al  sector privado no le interesa ingresar, luego de la reforma financiera de 1977 (ya que el primer año en términos económicos no guarda mayores diferencias con los gobiernos anteriores) es cuando puede verse cuál era el verdadero proyecto económico de la dictadura.

Con la reforma financiera de 1977 se promueve la libre creación de entidades financieras, la libre contratación de las tasas entre estas últimas y el público, la libre asignación de créditos, la libertad en el plazo de contratación -que no podía ser menor de siete días. La palabra “libre” estaría poniendo sobre el tapete la aparente filiación liberal ortodoxa de esta ley. Pero, como se verá, tiene también algunos otros puntos que hacen dudar de esta caracterización. En efecto, aparece en el proyecto lo que el gobierno llama la “cuenta de regulación monetaria” que se trataba básicamente de un sistema de premios y castigos en donde se recompensaba a las entidades que pagaban los intereses más altos. Este “galardón” consistía en un subsidio que era obtenido de las multas que se cobraban a las entidades que no lo hacían. En un primer momento este sistema funcionó, pero a medida que fue pasando el tiempo todas las financieras pagaban jugosos intereses por lo cual el Estado termino subsidiando a todas generando (lo que se conoce en la literatura sobre el tema) un déficit “cuasi – fiscal” que era un déficit en el banco central.

Además, garantizaba por parte del Estado el 100% de los depósitos para todas las entidades financieras, eliminando en el sector público la inversión por confianza en la entidad y estableciendo una competencia solo por el nivel de la tasa de interés. Por último eliminaba la auditoría estatal a todas las instituciones e impone una privada.

Habría que agregar por último, dos cuestiones de suma importancia. La primera es el hecho que la ley preveía también la conexión del mercado local y el mercado internacional mediante la libre circulación de capitales, es decir, las divisas podían entrar y salir libremente de la Argentina. La segunda es el contexto externo que se venia desarrollando.

La crisis del petróleo (1973) se origina cuando los miembros de la OPEP aumentan el precio del crudo generando una transferencia de ingresos desde los países industrializados a los petroleros. Los excedentes obtenidos son a su vez transferidos a la banca de los países centrales, cristalizándose en forma de créditos internacionales. Acá se manifiesta claramente como Martínez de Hoz arma las reservas que mantienen su plan (que en ultima instancia significa la valorización financiera del capital) con el crecimiento de la deuda externa argentina, estableciendo una de las principales diferencias en materia económica con los gobiernos anteriores. La crisis externa argentina ya no va a estar mas volcada a la balanza comercial -el archi conocido Stop and go-, sino a la cuenta de capital. Este tipo de déficit va a ser mucho mayor que el primero y además cualitativamente distinto. Ya no van a existir recetas para apalear la crisis –devaluación-, sino que ahora para terminar con el problema hay que pagar la deuda.

En una primera etapa el primero que se endeudó fue el sector privado. El mismo fue utilizando las divisas tomadas primero para la compra de empresas, luego para la inversión industrial y por ultimo (y por eso no menos importante) para la inversión financiera. Este proceso lleva a una re - estructuración regresiva y heterogénea de la industria que impide la expansión del sector industrial como había sucedido en años anteriores.

Esto se debe a que las empresas más grandes crecen a expensas de las más chicas. Sin olvidar además el circulo vicioso que se articula en torno a la especulación. Lo explicaremos brevemente: si existía una competencia entre las entidades financieras para ver quién pagaba los intereses más altos, esto quiere decir que los que tomaban crédito lo hacían a tasas altísimas. Esto básicamente tiene dos consecuencias. Una es que los créditos se irían convirtiendo en impagables y otra es que obviamente se iba a privilegiar la inversión especulativa por sobre la industrial. Cuestión que se ve claramente en el estancamiento económico de este periodo respecto de los anteriores y en la caída del PBI de un 20% durante la segunda fase de la industrialización por sustitución de importaciones, a un 13% durante la dictadura.

La “casita de naipes” que era la economía argentina va a recibir además un golpe demoledor ante el cambio de administración en EEUU. Cuando asume Ronald Reagan a la presidencia, y debido a una necesidad interna, EEUU sube las tasas de intereses lo que hace explotar a las externas que se mantenían flotantes.

Este es el caso argentino y el de la gran mayoría de los países, sino todos. Debido a este tema, a la idea de que había un retraso en el tipo de cambio -lo que lleva a la gente a comprar dólares-, y al hecho de que comenzaron a despertarse las expectativas inflacionarias, surge una corrida cambiaria que llevará al Estado a hacerse cargo (endeudándose) de los depósitos reclamados. Cuando esto sucede Martínez de Hoz ya no estaba más al frente del ministerio de economía ya que había sido reemplazado por Lorenzo Sigaut. Durante este periodo comienzan a realizarse devaluaciones espontáneas y comienzan a caer los salarios medidos en U$S. Este proceso termina en cierta forma en el interregno de Dagnino Pastore (ministro de economía) y Domingo Felipe Cavallo (presidente del Banco Central)  cuando avanzan en la estatización de la deuda privada al intervenir el sistema financiero y cuando el banco central toma a su cargo los pasivos y los activos de las entidades (mas conocido como licuación de los pasivos).


Vayamos a la actualidad, una mejora en la distribución del ingreso en donde la participación de los salarios pasó del 34,6% al 41,3%. Una política de creación de empleo mediante políticas activas que disminuyó la tasa de desempleo del 18 al 8%. Un límite a los capitales golondrinas que puso un encaje del 30% por un año a los capitales que no ingresen para fines productivos. La renegociación de la deuda externa con una quita del 70%. El incremento del poder adquisitivo de los salarios que en diciembre de 2011 será de $1800 además de una suba de las jubilaciones mínimas del 600% supone un gobierno que conoce los derroteros de la historia argentina ya que no quiere que esta adquiera la repetición por vía de la farsa como alguna vez sucedió.

CONTINUARÁ…