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Desde hace un tiempo se viene
planteando una discusión hacia el interior del periodismo en general, acerca de
cómo influye el dinero -transmutado en pauta- en la opinión de los distintos
columnistas de diarios, radio y televisión. Una de las últimas intervenciones
al respecto fue la de Jorge Lanata en el programa televisivo de Luis Majul en
donde sostuvo que Victor Hugo Morales decía lo que decía por plata. Argumentos
similares pueden escucharse desde los programas tildados como “oficialistas”
respecto de los periodistas que trabajan para el Grupo Clarín y/o medios
similares.
Desde nuestra opinión la lectura
debe ser complejizada no porque consideremos que el dinero no juegue un rol
importante en este tema, sino porque consideramos que hay algo aún más
importante. En este sentido, tenemos que hacer una aclaración preliminar.
Cuando hablamos de periodismo obviamente no nos estamos refiriendo ni a
Ernestina Noble, ni a Héctor Magnetto ni a la familia Mitre, sino a sus
columnistas y periodistas. El caso liminar en este recorte es tal vez Jorge
Fontevecchia, ya que oficia tanto de empresario como de periodista. De todas
formas, y como se dice por ahí, la excepción hace a la regla.
Hecho el recorte, vayamos a lo
nuestro. En primer lugar, comencemos planteando dos temas: la libertad de
expresión y la independencia del periodismo. Respecto del primero de ellos
tendríamos que decir que los ataques a este derecho se dan en gobiernos
militares y de facto en donde claramente se censura y se prohíbe tratar y
desarrollar contenidos determinados. Obviamente, en estos casos los periodistas
díscolos son perseguidos, atacados, asesinados, desaparecidos. Está claro que
puede haber grises pero sostener que en la actualidad hay ataques a este tipo
de libertad en muchos medios de comunicación es una contradicción en los
términos. En otras palabras, ¿es serio plantear libremente en donde se quiera,
y de la manera que se les antoja, que no hay libertad para hablar? O sino
realicemos el ya bautizado “ejercicio Morales” y preguntémonos sobre qué no se
puede hablar hoy en los medios de comunicación.
Otra es la cuestión en lo que
refiere a la independencia del periodismo o, si se quiere, al periodismo
independiente. En este caso, las preguntas que debemos hacernos son dos: ¿independiente
respecto de quién? y, ¿es posible un periodismo totalmente independiente? Si
tratamos de dar respuesta al primero de los interrogantes nos daremos cuenta de
que las posibilidades son infinitas: del gobierno, de los poderes económicos,
de las corporaciones, de la patronal, de la burocracia sindical, de la sinarquía
internacional. Como vemos hay respuestas para todos los gustos. Ahora bien,
plantear la idea de un periodismo totalmente independiente es poco serio. La
idea de la objetividad plena es algo que comenzó a ponerse en cuestión en el
siglo XIX.
Es a partir de lo dicho en el
párrafo anterior que queremos comenzar a construir nuestro argumento. Y, tomando
de nuevo los dichos de Jorge Lanata, es por donde vamos a empezar. En un
reportaje que le realizó hace un tiempo Ernesto Tenembaum, el primero decía que
en el contexto de la disputa política entre el gobierno y el multimedios Clarín,
había que ponerse del lado del más débil y para Lanata el más débil en este
caso era el monopolio. En esta frase, correcta o no, se cristaliza uno de los
imaginarios más fuertes del periodismo argentino, y porque no universal. Los
reporteros deben informar sobre aquello que los poderosos callan. Sin importar
el dinero y los aprietes el periodismo muestra lo que otros quieren ocultar. En
otras palabras, el periodismo es beneficio simbólico antes que económico. Esta
reserva moral del periodismo no es algo a lo que acudan solo los opositores. Aquellos
que defienden al gobierno lo hacen también desde frases del tipo “eso no es
periodismo”, “son comprados por Magnetto”, etc. Como se ve, si la
descalificación viene por el lado económico es porque en términos
representacionales hay algo que en la profesión periodística escapa a lo
estrictamente dinerario. Es también en donde se manifiesta la fe en la
profesión. Es la creencia que lo que dice es independiente de aquel que es
poderoso y que, como todo dogma, es lo suficientemente amplio como para que
todos -cínicos y comprometidos- se sientan representados y puedan justificar
sus acciones dentro de él.
Con estas ideas presentes
comencemos a analizar el caso argentino. En primer lugar, debemos ser cuidados
con las distinciones porque es aquí donde el compromiso que otorga esa idea de
periodismo se mezcla con los intereses de aquellos que hacen negocios con el
periodismo. En efecto, se mixtura la estrategia editorial de Magnetto -dos años
te apoyamos y dos años te pegamos para favorecer nuestros intereses- (ver http://santiagokahn.blogspot.com/2010/09/analisis-de-tapas-de-clarin-via-ramble.html)
con aquellos que investigan y critican con argumentos determinadas opciones y
acciones del gobierno (ver: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/1-52086-2011-02-20.html).
En este sentido, los medios de
comunicación desde la vuelta a la democracia dieron mucho espacio para pensar
una realidad en donde ellos mismos no estaban incluidos. En otras palabras,
notas y notas para investigar y criticar a los gobiernos de turno, y muy poco
espacio para pensarse a sí mismos. Tal vez, los análisis críticos acerca de la
forma en que se construía y presentaba la noticia estaban reducidos a los
espacios académicos. Cuando esto empezó a suceder, no hace mucho tiempo, las
reacciones de algunos periodistas fueron muy parecidas a las que a finales del
siglo XIX tuvieron algunos científicos cuando comenzó hacerse ciencia de la
ciencia, es decir, cuando la historia de la ciencia y la sociología de la
ciencia vieron su nacimiento. Los físicos, químicos, matemáticos, etc., pusieron
el grito en el cielo cuando historiadores y sociólogos comenzaron a hablar de
sus disciplinas científicamente.
Con el periodismo pasa algo
parecido. Mientras el debate sobre los medios queda en el plano académico es
inofensivo. Ahora, cuando desde los mismos medios se comienza a darle un lugar
más importante a ese análisis las cosas empiezan a molestar. ¿Por qué molesta?
Porque se ataca al beneficio simbólico del periodismo. Se ataca su deber ser.
Se ataca ese imaginario que la crítica es contra el poder de turno y que con
eso basta para hacer periodismo independiente. Se pone en cuestión el propio
espacio de trabajo, se obliga por lo menos a poner en duda los intereses
políticos que hay en las redacciones. Un interesante ejemplo de esto es la nota
que le realizó Jorge Rial al jefe de Redacción de Clarín el lunes 28 de marzo
de 2011 en su programa de la Red.
(http://www.radiolared.multimediosamerica.com.ar/ciudad_goti_k/noticia/4864)
Esto es cuanto menos, incómodo.
Porque ahora, frente al micrófono, la computadora o la cámara se juega la
contradicción antes de hablar. Se puede hablar del bloqueo a Clarín, se puede
hablar del ataque a la libertad de expresión, pero qué pasaría si un periodista
de TN pregunta sobre el conflicto gremial existente en la planta. Podemos
hablar del 24 de marzo, podemos hablar de los desaparecidos, pero qué pasaría si
un periodista del multimedio se preguntara acerca de los padres desaparecidos
de Felipe y Marcela Noble, o se le inquiriese a Morales Solá de su foto en la puerta
de un centro clandestino de detención.
En función de lo dicho creemos
que muchos periodistas no se preguntan estas cosas no porque hayan sido
comprados sino porque piensan que cuestionar al periodismo es cuestionar su
independencia. Máxime si el que se presenta como el enemigo desde los
multimedios es el gobierno.
Gilles Deleuze decía,
metaforizando la política a partir del ajedrez, que no era una cuestión de negras
contra blancas, sino de las negras contra el tablero. En este sentido, es
posible afirmar que las negras han pateado el tablero argentino y, que esa
patada, reconfiguró su estructura. Entre las muchas cosas que han sido
modificadas podemos contar a la práctica del periodismo en donde los debates
públicos en torno a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual han jugado
un rol más que importante.
De todas formas, este debate es
ya independiente del gobierno. Ha cobrado peso propio y se sostiene por su
propia lógica. En otras palabras, elaborar una visión crítica del periodismo escapa
al debate opositor u oficialista porque ya se ha hecho cuerpo en sectores que
no necesariamente responden a esas clasificaciones. Un indicador claro de este
tema es la proliferación de blogs que avanzan en este sentido y del cual este
es solo un ejemplo.
De lo que se trata ahora es de
animarse a discutir el rol del periodismo en la sociedad, en un clima
absolutamente propicio para eso. Esto último sin pensar que si pone en cuestión
una forma de practicar la profesión se está apoyando al gobierno. El periodismo
gana simbólicamente si asume la posición de pensarse así en el contexto y no
hacerlo contra este último.