Seguimos con
la serie Basta de boludeo. En este
caso, vamos a intentar realizar un pequeño análisis del primer gobierno
menemista. De nuevo es posible ver que el gobierno conoce el pasado y que sus
acciones están orientadas a que no se vuelvan a repetir.
El plan de
convertibilidad, implementado a partir de 1991, consistió en: cambiar el signo
monetario, es decir, pasar del austral al peso; en segundo lugar se establece
la paridad cambiaria de un dólar igual a un peso; tercero, se garantiza la
libre convertibilidad entre ambas monedas; cuarto, la cantidad de circulante en
pesos va a estar garantizada por la misma cantidad de reservas en dólares, no
pudiéndose imprimir una determinada cantidad de pesos sino se registra la
entrada de la misma cantidad de dólares;
y, por último, se prohíbe la indexación de contratos de todo tipo (como sabemos
esto no sucedió con las tarifas de las empresas privatizadas).
Cavallo sabía
en un primer momento que el tipo de cambio no era real y que estaba
sobrevaluado. Lo que buscaba el equipo económico era deflacionar los precios
muy fuertemente para adaptar el tipo de cambio a la productividad argentina,
cosa que no sucede en el tiempo en que el equipo económico lo preveía ya que
recién en 1994 se reduce a cero la inflación. En este sentido, la memoria
inflacionaria juega un papel muy fuerte, es decir, los precios no bajan si la
inflación tampoco lo hace.
Tengamos en
cuenta que paralelamente a este proceso el país se encontraba en un contexto de
apertura comercial que en cierta forma cumple una función antiinflacionaria,
pero que dificultaba, a su vez, salir a exportar a los productores locales.
Esto se debía, entre otras cosas, a que la estructura de precios interna era
mucho mayor que la internacional. La administración Menem se encontraba (desde
su propio proyecto) frente a la siguiente paradoja: ¿cómo aumentar la
productividad, vía deflación de precios, en un contexto inflacionario en donde
los precios tienden más bien a subir? La pregunta que agregamos nosotros a este
problema es si alcanza con deflacionar los precios para evitar la sobre
valuación cambiaria. En otras palabras, hay que preguntarse si en el contexto
de apertura comercial en el que se encontraba Argentina alcanzaba con bajar
costos para que la productividad argentina se asemejara a la de los países
desarrollados, ya que de no ser así esto implicaba -como de hecho sucedió-
mandar a la quiebra a gran parte de la industria local. Hay que ver también cómo
se bajaron los costos (algunos costos se redujeron), qué costos se bajaron, de
qué forma, y, qué incidencia tuvo esa baja en la estructura económica y social
argentina.
Mas allá de
lo planteado anteriormente se hace imperioso ver cuál es la estrategia
implementada por el gobierno para solucionar la paradoja a la cual hicimos
mención. Ellos encuentran una posible solución a su “estoico” problema en la
entrada de capitales externos subiendo las tasas de interés internas (estas
subían obviamente porque el Estado era el principal demandante de divisas). Argentina,
entonces, crece muy fuertemente en términos de PBI (alrededor del 6%) desde
1991 hasta parte de 1995. Esto se debe básicamente a la política de
privatizaciones, el sostenimiento de los niveles de empleo, y la afluencia de
capitales externos. El contexto descrito hasta aquí nos lleva a preguntarnos:
¿era realmente sólido el crecimiento que mostraba la Argentina hasta ese
momento? O mejor dicho, si esos capitales externos solucionaron el problema del
retraso cambiario en Argentina. Para poder responder, tendremos que dar primero
un pequeño rodeo.
La deuda
externa Argentina, como ya se ha visto en un post anterior, comenzó a tener un
peso muy importante desde el golpe del 76 a la fecha. Entonces, en el contexto del
plan de privatizaciones y la capitalización de la deuda propuesta por los
organismos de crédito, aparece también el plan Brady. Este ultimo consistía en
cambiar títulos de deuda externa vieja por un nuevo set de títulos públicos que
tenían las siguientes características: vencimiento a lo largo de treinta años;
eran bonos negociables en cualquier mercado, es decir, eran activos financieros
líquidos. Estaban garantizados además por títulos del tesoro de los EEUU (bonos
cupón cero). Se debe tener en cuenta además que los intereses se acumulaban
junto con el capital y se termina pagando todo junto al final del período
estipulado. Argentina dentro de este sistema reprogramó 30000 millones de
dólares y obtuvo una quita de 2000 millones. Esto logro al menos en el corto
plazo (92 – 93), un alivio considerable en lo que a pago de servicios de deuda se
refiere.
Otro tema
importante para pensar el contexto argentino de aquella época tiene que ver con
la baja de las tasas de interés en EEUU allá por 1991 – 1992, en donde activos
líquidos radicados en ese momento en el país del norte, empiezan a buscar
afuera alternativas de inversión mas rentables. Por otro lado, es en este
momento cuando aparecen los fondos de jubilación que manejan pensiones en el
extranjero y que salen al mundo buscando alternativas de inversión
(privatizaciones, etc.). Es por esta fecha también que las tres principales
bolsas del mundo se coordinan, es decir, entre New – York, Londres y Tokio
“atienden las 24 hs.”, lo que permite a los inversores estar constantemente al
tanto de lo que pasa en todos los mercados.
¿Cómo se
relaciona todo lo dicho hasta aquí dentro del proceso económico argentino? Básicamente
tenemos que pensar que a la etapa de privatización en la que entra la economía
argentina se le suma una de extranjerización; en donde, si hablamos
estadísticamente vamos a ver que: de cada tres dólares que entraron a la Argentina , dos fueron de
cartera, es decir, estuvieron relacionados con la inversión financiera
especulativa y uno fue a parar al circuito productivo. Tomando ahora este
ultimo, podemos ver que de cada tres dólares que entraron en el sector
productivo, solo uno invirtió en emprendimientos no existentes en la Argentina , y dos lo
hicieron en sectores que existían dentro de nuestra economía. En resumen, se
podría decir que, de cada nueve dólares que ingresaron en el circuito
económico, uno lo hizo como “algo nuevo” lo que permitió (este ultimo dólar) impulsar en un 60%
actividades orientadas al mercado interno (Wall Mart; etc.) y en un 40%
producir algo exportable. En otras palabras, y siendo un poco más gráficos: de
cada veinte dólares que entraron a la economía argentina, uno fue destinado a
la exportación. A partir de aquí se comienzan a aclarar algunas cuestiones, y
se puede esbozar algún tipo de respuesta en lo referente a como estaba
creciendo Argentina. La respuesta simple es que Argentina crecía en el contexto
de una gran burbuja financiera que en algún momento iba a estallar (y fue lo
que sucedió ¿no?).
Pero esto no
alcanza, es decir, tenemos que ver gracias a qué se forma esta burbuja. En este
caso nos inclinamos a pensar que tanto el tipo de cambio fijo, como la apertura
comercial, son dos constantes que se mantuvieron durante todo el periodo neo –
liberal (incluido De La Rua )
y que como tales ayudaron a estructurar todo el proceso económico. Esta
afirmación se justifica en el hecho que el tipo de cambio fijo guardaba un
desafío insostenible en términos de la ley del valor. A saber: que la
productividad argentina era igual a la productividad en Estados Unidos (la
moneda de un país vale, lo que ese país produce), y que de acuerdo a los datos
presentados anteriormente nuestro país estaba muy lejos de ser una potencia
exportadora de mercancías. No es ilógico pensar entonces que el proceso
acelerado de re endeudamiento en el que entra el país a partir de 1993 (mas
allá del alivio -pasajero- provocado por el plan Brady) está íntimamente
relacionado con un problema de desequilibrio en las cuentas fiscales. En otras
palabras, se intenta tapar el “agujero” provocado por la no entrada de dólares,
que deberían haber llegado por exportaciones, con más endeudamiento externo. En
efecto, la estabilización del salario mas la reaparición del crédito bancario
impulsan a partir de 1991 y hasta aproximadamente 1994 un boom del consumo
(debido a la postergación de este durante todo el periodo hiperinflacionario)
que debe ser sostenido con divisas. Si estas no aparecen gracias al comercio
exterior deben aparecer de otra manera (léase endeudamiento). Sin esta opción
la convertibilidad era insostenible. No esta de más hacer mención al círculo
vicioso en que entra la economía argentina, ya que si no se generan divisas ¿con
qué se paga la deuda?
Este crecimiento
del consumo interno tiene su contracara en el origen de productos que se
consumen. Es claro que si el tipo de cambio y la baja productividad afectaban a
la industria para exportar, así también el tipo de cambio y la apertura
irrestricta del mercado iban a provocar una invasión de productos extranjeros.
Este contexto hirió de muerte a muchos sectores de la pequeña y mediana empresa
que no pudieron hacer frente a la importación masiva. Los números hablan por si
solos: a comienzos de 1990 el monto de las importaciones rondaban los 4000
millones de pesos y en 1996 eran de
23000 millones de pesos. Estos datos de poco servirían si no se los relacionara
con otro tema de absoluta importancia como es el acceso al crédito productivo.
Recapitulando
lo dicho anteriormente: se recordará que habíamos hecho mención a las
atractivas tasas de interés que ofrecía Argentina para la inversión extranjera.
Es claro entonces que al sector productivo le salía muy caro financiarse
internamente para poder tecnificarse y por ende poder competir con los
productos importados, y, para colmo de males, muy pocos eran los que podían recurrir
al financiamiento externo que ofrecía por supuesto tasas mucho mas rentables.
De aquí que el argumento sostenido por el entonces ministro de economía Domingo
Cavallo, quien decía que para que las industrias pudieran ser competitivas
debían tecnificarse con bienes de capital extranjero aprovechando las ventajas
del tipo de cambio, era absolutamente inviable ya que “no tenia en cuenta” que
endeudarse para tecnificarse era totalmente improductivo en el sentido de lo
costoso que era tomar créditos.
De ahí que el
tipo de racionalización adoptada por los capitalistas locales estaba más
orientada al aumento de la jornada laboral, el incremento de la tasa de
explotación y el despido de mano de obra. Esta última, hallaba cada vez más difícil
reinsertarse laboralmente a causa de la profundización del proceso económico.
Si bien esta no es la única causa de la profunda modificación que a sufrido el
mercado de trabajo en la
Argentina , creemos que es una de las patas a lo hora de
explicar el aumento del desempleo en la Argentina durante este período.
Ahora bien,
si además tenemos en cuenta el monto de las exportaciones en comparación con
las importaciones en el periodo que va de 1991 a 1996 podemos ver que
el saldo es deficitario en $11746 millones de pesos (este saldo fue deficitario
durante toda la década). Entonces: ¿Sobre qué se sostiene el crecimiento
argentino de la primera mitad de los noventa? En parte vamos viendo que el
antiguo problema asolaba al país; su poca capacidad para conseguir divisas,
seguía existiendo. Nos estamos refiriendo a que vuelven a aparecer el déficit
en la balanza comercial, es decir, Argentina no crece gracias al volumen de sus exportaciones. Por otro lado, el
país crece a pesar del aumento del
desempleo. En otras palabras, la incidencia del sector productivo en el aumento
del PBI no es definitoria. Habrá que ver entonces cuál fue la incidencia de las
privatizaciones, y la entrada de la inversión externa en el crecimiento de la
economía, y, cuan sustentable fue este crecimiento.
Los primeros
indicios de lo débil que era el crecimiento argentino, llegan a nosotros a
partir de la crisis mejicana de 1994 (efecto tequila). Méjico tenía, al igual
que Argentina, un sistema monetario convertible. Al entrar el país “azteca” en
cesación de pagos, y, devaluar el peso, produjo grandes perdidas al sector
financiero a la vez que una feroz fuga de capitales. Entonces, al estar
Argentina en la misma situación que Méjico (nos estamos refiriendo al hecho de
poseer un modelo económico similar, basado en un tipo de cambio fijo y
convertible), nuestra economía paso a ser el blanco de los capitales
financieros extranjeros que se hallaban invirtiendo en el país. Empieza a haber
entre diciembre de 1994 y mayo de 1995 dentro del mercado financiero argentino,
retiro de fondos, compra de dólares y fuga de capitales, que se soluciona luego
que Cavallo sale a buscar fondos por todo el mundo, y consigue 7000 millones de
dólares de un fondo fiduciario, y 3000 millones de dólares que aporta el FMI.
Esta primera gran corrida cambiaria, luego de ser implementado el plan de
convertibilidad, nos vuelve a mostrar la poca sustentabilidad del crecimiento
argentino. Nos da otra de las pautas de por qué Argentina vuelve a reendeudarse
fuertemente a partir de 1993, ya que si dentro de las inversiones externas que
llegaban al país las que mayor incidencia tienen son las de tipo golondrina, y
como ya se dijo el país no generaba divisas como para sostener la convertibilidad,
es evidente que Argentina crecía gracias al financiamiento externo.
"Basta de boludeo II"
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