El espacio público y el cultivo del té en Ceylán, según Morales Solá

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Reiteradas veces nos detuvimos en el ideario del ganapán mitrista; en esta oportunidad, los sucesos acaecidos en el sur de la ciudad pudieron con los nervios de nuestro héroe

En tono de tía de provincias agobiada por el avance incontenible del malón que reconfigurará la estancia paterna, declama que “el Estado está desarmado, pero civiles innominados portan armas y las disparan”; nada mejor para acompañar su historia de oprobio como periodista en tiempos idos (http://sur.elargentino.com/notas/cuando-morales-sola-no-tenia-miedo,) cuando los que portaban armas y disparaban se revelaron nominados por los juicios de un gobierno que, para Morales Sola, lleva “siete años de dejar hacer”.

Imaginemos la noche de un tipo que escribe “mortales tiros descerrajados por civiles (y dale con los civiles) arreciaban como los alegres fuegos artificiales de fin de año”; entonces tenemos  un espacio despojado de imágenes (en versión horror vacui) o atiborrado de cositas tales como esculturas de filósofos griegos, afiches de viajes imposibles para el común, biblioteca que arrecia de autores soportes de la ideología del escriba; de repente, el paisaje bucólico-agreste muta y suma siglos, a caballo de formatos electrónicos: home teather, plasma, dispositivos ubicuos; tal vez un viejo wincofon como gesto.

Ahí, en el centro de su fetiche por las cosas, prende o escucha o lee que, a sólo  decenas de kilómetros, en un barrio que se diluye y ora se mota Lugano, ora Soldati, el fantasma del anarquismo lo acosa:”…lo sería si los argentinos se declararan anarquistas y decidieran vivir sin un Estado y sus elementales responsabilidades”.

La transformación está hecha. El silente vecino, el que apenas flota en sus pantuflas siendo indiscernibles sus pasos como son los de los gatos, convierte su batón en capa, abre la puerta-ventana de su balcón y resulta la voz de un, secreto y siempre a mano para los casos, ministro de gobierno de la ciudad: "Terminaremos resolviendo el problema social del país y del Mercosur”.

Ya ileso del desvarío retoma la alocada rutina: un té, el deseo contenido porque la calle quema, el llamado a su candidato.

Igual duerme.
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