Real politik

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 Los intelectuales alfonsinistas de la transición democrática dieron un aire gramsciano al discurso del fallecido ex presidente radical. La interpretación que promovían del pensador y militante italiano escamoteaba una de las dimensiones principales de la estructura conceptual: el rol que ocupaba el conflicto en la dinámica política.

En efecto, para la social democracia alfonsinista la hegemonía se construía solo a base de consenso. De hecho, poco a poco se fue abandonando la idea de hegemonía para comenzar a hablar solo de aquel (consenso) y se comenzó a asociar a esta última (hegemonía) con la idea de coacción y de violencia. Esta tergiversación ideológica es bastante común en las operaciones de prensa, en donde la búsqueda de construcción de hegemonía en el caso del kirchnerismo es asociada, sin mediaciones, con la violencia.

Pero volvamos un poco a Gramsci. El concepto de hegemonía desde la perspectiva de este último, se construye a partir de la experiencia de los consejos obreros en la Italia de los años 20. La pregunta que se hacía el intelectual italiano era: ¿por qué la clase obrera italiana no pudo construir una hegemonía en el proceso de lucha abierto? La respuesta que se daba era porque no había logrado poner de su lado al campesinado. En este sentido, la hegemonía consistía en una dimensión que suponía la construcción de un consenso entre el campesinado y la clase obrera y otra que impulsaba la lucha y la coacción contra la explotación capitalista.

Es claro que esta idea gramsciana es discutible, pero también es claro que capta en términos abstractos una manera de entender la política que puede ayudar a entender distintos procesos históricos como puede ser la revolución francesa, la bolchevique, etc. El problema al que nos enfrentamos es poder discernir cómo se utiliza el consenso y la violencia -o la coacción- en el discurso mediático. Generalmente se habla de la falta del primero y el exceso de la segunda en el caso de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández.

Vayamos a algunos ejemplos sobre la violencia kirchnerista: a) “Cristina Kirchner amagó con algunas políticas más apacibles, pero al final retomó su habitual discurso duro y agresivo, el que aprendió de su maestro muerto.” (Morales Solá, 08/11/10). b) “La propia Cristina Kirchner sacó también a pasear su carácter en los últimos días, no bien se repuso. Dura e implacable. Ni siquiera se descarta que ella avance con nuevas decisiones que afectarían la libertad de prensa.” (Morales Solá, 08/11/10) c) “La difícil tarea de mantener el clima de combate” (Pagni, 04/11/10) d) “El oficialismo tenía en el liderazgo autocrático de Kirchner un principio de orden. Pero también encontraba al temerario causante de sus principales convulsiones. Buena parte de la sociedad -y del propio oficialismo- se está preguntando quién será ahora el garante de la disciplina. Pero también hay que preguntarse quién comandará esa carrera por momentos autodestructiva hacia la ruptura y el conflicto.” (Pagni, 04/11/10)

Es obvio que podríamos citar a muchos otros periodistas y mencionar también a la famosa “Crispasión” o las “juventudes hitlerianas” de Grondona. De todas formas, lo importante aquí es resaltar que la construcción discursiva gira en torno al hecho de que la violencia kirchnerista se ejerce contra todos, porque no quieren consensuar con nadie. Es solo, como dijo Morales Sola, “un proyecto personal de poder” (31/10/10) y al serlo coaccionan a todos los que no estén en el pequeño circulo en donde se toman las decisiones y que, ahora sin Néstor Kirchner, se reduce a Zanini y Cristina.

Estos argumentos son de un psicologismo tan vulgar que carecen de cualquier tipo de racionalidad. Pareciera que toda la sociedad, y sus dirigentes, viven en una especie de ficción hobbesiana en donde han cedido todos sus derechos al Leviatán K y en donde también unos pocos tratan que veamos la luz a partir de sus columnas democráticas en los matutinos de mayor tirada nacional.

Vayamos ahora a la falta del consenso kirchnerista: a) “Eso podría ser una paradoja: el viejo peronismo y la juventud no cohabitaron nunca.” (Morales Solá, 08/11/10). b) No es el campo contra Kirchner. Es Kirchner contra el campo (Grondona, 05/10/08). c) “El titular de la UIA reclamó también al Gobierno que “le ponga límites a la avanzada del apriete”, refiriéndose a “estos bloqueos y mecanismos de falta de diálogo”, como las protestas llevadas a cabo por Camioneros que paralizaron la entrada y salida de vehículos en las plantas de Siderar por mas de una semana.” (De la Sota, 08/09/10)

Es claro que en estas citas la falta del consenso siempre queda del lado del gobierno. El único que se plantea como un acuerdo político es el del gobierno con la CGT que para la revista noticias es el “poder violento”. En definitiva, el kirchnerismo acuerda con aquellos que son violentos al igual que ellos. Además, esta falta de diálogo del gobierno no es solo con la oposición sino con sectores que también lo apoyan como es el caso del viejo peronismo y la juventud. Existiría, en la propia esencia del gobierno, la imposibilidad de acordar más allá de la coacción.

Conclusiones

Esta forma de presentar la dinámica política que tienen los medios de comunicación es desvirtuarla. El presentar las disputas y discusiones políticas tanto hacia adentro como hacia afuera del gobierno como meros hechos violentos es suponer que la política es algo que no es.

Por un lado, presentan la propia acción del gobierno como violenta y soslayan que la palabra por ellos vertida en sus columnas también lo es. Por el otro, suponen que existiría una posibilidad de consenso político en donde todos quedarían contentos. Pero, paradójicamente, ese supuesto consenso supone que no se vote la ley de participación en las ganancias para los trabajadores, que no se aplique la ley de medios audiovisuales, que se promulgue una ley del 82% sacando la plata de la asignación universal. Es decir, que el gobierno cambie su proyecto político a favor del que ellos impulsan y por el cual presionan desde sus columnas y desde el lobby de los pasillos del congreso. Si el gobierno se arrodillara frente a esa presión dejaría rápidamente de ser violento para empezar a respetar rápidamente los consensos de una forma republicana y racional de gobierno.

¿Cuál es la diferencia entre ellos y nosotros? Que nosotros aceptamos esta coacción como propia de la vida política y buscamos construir consensos con aquellos que son de nuestra condición. Somos realistas en los hechos y en el discurso. Ellos no. Venden un idealismo republicano con el cual intentan cubrir sus operetas y coacciones de cuarta.

Tal vez por eso se diga que Néstor Kirchner nos devolvió la política. En efecto, nunca nos ocultó lo que ella es. Consenso y coacción para buscar un proyecto de inclusión social nacional y popular. 
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